ENTRE CARTAGO NOVA Y BARIA (Desde San José de los Terreros hasta Vera) (2019)

 Me encuentro frente al Mediterráneo cerca de San Juan de los Terreros en un delicioso día de finales del mes de enero. Estoy hipnotizada por el movimiento del mar y he dejado que mis pensamientos se movieran al mismo ritmo que las suaves olas que van y vienen en un incesante movimiento que no tiene fin.


Me sumergí en su monotonía, y descubrí que era solo aparente, ya que cada ola era distinta a la anterior y a la siguiente.

Disfruto de un sitio único, como cada uno de los que tengo la suerte de encontrar escondidos por la costa murciana o almeriense. O me conformo con muy poco o realmente estos sitios son tan hermosos como la sensación de belleza que me producen.

Vagamos por aquí en invierno, solo unos días, circulamos por carreteras que dibujan la costa, parando en grandes playas que nos permitan pasear al borde del mar, y luego buscamos rincones tranquilos para dormir.

No sé si soy muy optimista o voy perdiendo el sentido de la realidad cuando no comparto lo que muchos a mi edad suelen pensar de que a partir de ahora “solo cabe empeorar”.

En algunos aspectos, sí, pero en otros no. Me acerco a la vejez, aunque me resista. Me apena ver mi decadencia física, como mi belleza se marchita, como mi cuerpo pierde elasticidad, se enlentece, como aparecen los achaques, pero lo que realmente me asusta de la vejez es el dolor y la soledad. Más que asustarme, me aterroriza y lo que me sucede no es nada halagüeño ya que de un tiempo a esta parte voy dejando gente en el camino.

Mucha, los más queridos, se fueron definitivamente, pero es ley de vida. Pero otros marcharon por ellos mismos. Personas a las que consideré amigos y que al parecer no lo eran tanto. Se han ido quedando atrás, sus caminos se han ido alejando del mío y aunque me he resistido, no puedo retener al que no quiere estar  y se marcharon disolviendose lentamente como si fueran un holograma. Y si antes podía incorporar a alguien más, ahora, cada vez es más difícil así que la soledad se cierne.

Y después de estas profundas reflexiones surgidas por el devenir de las olas –¡manda carallo!- continuo con lo realmente importante, o eso intentaré hacer. Maldito lo que os importa a vosotros lo que yo piense, sobre todo cuando son tristes pensamientos, pero por otro lado me digo que esto es mío, también fruto de mi, así que escrito queda aunque destacado en cursiva para el que no quiera leerlo.

Me encuentro en un lugar llamado Cala Dos Hermanas, al Sur de El Calón (37.3055; -1.70826) en Cuevas de Almanzora, al Sur de San Juan de los Terreros, en un hermoso balcón sobre el Mediterráneo. La vista abarca desde el Calón hasta Aguilas pasando por San Juan de los Terreros y toda la inmensidad del Mediterráneo se abre ante mis ojos. La carretera está a unos 400 metros y casi no pasa nadie. A nuestros pies unas escaleras descienden hasta una pequeña cala, no muy buena, pero suficiente para pasear durante medio kilómetro hasta el Calón que en realidad es una pequeña agrupación de casas de verano.

Salimos ayer de Boadilla pasadas las 16,30 con rumbo Sureste, a Murcia buscando el calor de estas tierras  y la soledad de alguna  de sus playas de las que todavía podemos disfrutar. Conocemos ya hasta Aguilas, las playas de Cocederos donde ya hemos estado un par de veces y ahora circularemos en dirección a Almería trazando la costa rumbo Sur. Hasta ahora, Murcia y Almería son las dos provincias españolas del Mediterráneo que atesoran aún lugares tranquilos y hermosos donde poder disfrutar de la paz y serenidad que transmiten pequeñas calas escondidas. Y no sé por cuánto tiempo más porque a veces siento el acoso a que somos sometidos a nuestro alrededor. Hace años conocimos y disfrutamos de sitios absolutamente encantadores  y tan solo un año después existía ya una prohibición expresa de aparcamiento o pernocta para autocaravanas, un gálibo, o una excavadora levantando la tierra o poniendo enormes piedras para impedir nuestro acceso.

El día de nuestra partida, alrededor de las 19 horas, con noche ya cerrada, paramos a descansar en La Roda, junto al restaurante Juanito en una carretera paralela a la autovía. Y el sitio es útil para una emergencia pero se llena de camiones que por las mañanas encienden sus motores.

Poco después de las 12,30 del día siguiente, hoy, llegamos a San Juan de los Terreros después de circular entre terrenos cultivados de naranjas, lechugas, brócoli y alcachofas. Siempre me ha sorprendido la riqueza hortofrutícola de esta tierra. Parece la huerta de Europa.

A las afueras de San Juan hemos aparcado la autocaravana en primera línea (37.351398; -1.68016) pero con tan mala suerte que al ir a dar la vuelta la rueda izquierda se ha quedado atorada en la arena y nos ha patinado.  El resto del terreno era duro, y justo hemos ido a topar en el único lugar donde estaba blando. Nos ha costado sacarla, con ramas, piedras, pero lo hemos conseguido.


Después hemos dado un paseo a lo largo de la playa disfrutando de un día algo nublado pero con una temperatura estupenda y tras comer hemos partido a buscar un bonito lugar donde poder pasar la noche y también que permitiera otro paseo.

Atrás hemos dejado algún que otro punto con autocaravanas, en especial uno en la Cala Panizo donde en una gran explanada junto a la carretera y con la playa al otro lado, se agrupaban un gran número de ellas. Pero nos hacemos mayores, buscamos soledad y huimos de estos grupos.

Ahora pasan quince minutos de las 19 horas. La noche nos ha abrazado con su oscuridad. A través del parabrisas vemos como tiemblan las luces de San Juan de los Terreros y más allá, las de Aguilas.

Y después de llegar a este lugar y de disfrutar de unos minutos de sosiego sentada frente al mar, con el único ruido del romper de las olas o el susurro de alguna ráfaga templada de viento en mi oído, y escuchando mis pensamientos, hemos descendido por las escaleras y paseado hasta el cercano grupo de casas.



Pequeña y tranquila con una playa no muy buena. En un bar un artista local esculpía un busto de escayola. Y he sentido curiosidad. La he reprimido a la ida, pero he caído en ella a la vuelta y he entrado para que me explicara cómo era el proceso de creación de una escultura en bronce.

El hombre, muy didáctico no era, porque no solo yo no conseguía comprenderlo del todo, también la dueña que escuchaba atentamente. l final algo entendí, pero decidí no molestarle más y ver un video en youtube.Y es que me digo que aún conservo la curiosidad viva de un niño lo que combinado con mi personalidad y añadida mi edad, en la que no me puedo permitir dejar pasar el tiempo, el resultado es preguntarlo todo, siempre desde el respeto y la educación.

De regreso ya somos tres autocaravanas, aunque una de ellas es un autocar pequeño reconvertido en autocaravana. De nuevo saco mi silla y contemplo el horizonte. El sol se ha puesto y el atardecer va pintando los girones de nubes de un tono naranja rojizo. El amanecer tiene que ser espectacular y no me lo voy a perder. Casi me he hecho una coleccionista de ellos.

Por la noche decido dejar la claraboya abierta y una luminosa luna casi llena se cuela por ella iluminando toda la cama.

Me despierto antes de las 8. Espléndido día sin ninguna nube en el horizonte. Quince minutos antes de las 8,15, cuando está previsto el amanecer, me pongo mis zapatilla y un anorak y me siento en el escalón de la autocaravana frente al horizonte.

Hay ya una línea rosada y lila que demarca el azul oscuro del mar del claro del cielo y un leve punto dorado que va aumentando levemente de tamaño.

Y de pronto ocurre, en tan solo un segundo: un punto luminoso, dorado se destaca en el horizonte  enviándonos un intenso rayo solar y se va agrandando y convirtiendo en amarillo pálido.




Ocurrió el milagro de la luz. Poco después este tenue disco asciende creciendo y desparramando toda su luz por todos los lados.

Si los atardeceres son hermosos, los amaneceres tienen para mi la belleza de la apertura al reino de la luz.

Desayunamos y nos sentamos fuera con los pies colgando del acantilado y con todo el horizonte frente a nosotros, disfrutando de este placer.








Y me siento una vez más una privilegiada, primero por poder disfrutar de estos lugares y momentos y en segundo lugar por ser capaz de apreciar su belleza.

Partimos poco después de las 10 rumbo Sur.

Llegamos a la playa de Villaricos unos 10 km después. Nos atrae un gran grupo de autocaravanas que ocupan parte de una gran superficie en primera línea así que allí nos dirigimos y la aparcamos para pasear  hasta la desembocadura del río Almanzora recogiendo conchas y piedrecitas. Si frente a las autocaravanas la playa es de arena, cuando nos alejamos ya es de piedras pero entre encontramos pequeñas caracolas y conchas que nos entretenemos en recoger.

El río Almanzora en su desembocadura está casi seco y ha formado una laguna donde encontramos un nutrido grupo de cormoranes que despegan con nuestra proximidad. De regreso charlamos con un alemán –al menos lo intentamos ya que solo habla alemán- al que hemos visto sacar unas placas solares que se pliegan en tres partes, tamaño un poco mayor que un din A3. Nos dice que las enchufa a la autocaravana y lo controla con una aplicación de teléfono. El invento supera los 700 euros pero le proporciona energía para permanecer parados un tiempo. Si además localizan agua –como creo oir en una conversación que han hecho- tienen una buena estancia garantizada de forma gratuita.

A las 12,30 decidimos dirigirnos a Cuevas de Almanzora a un Mercadona. Cuando llegamos allí reconocemos que la visita ha merecido la pena aunque nada más sea por ver  las cuevas que se abren en las paredes de sus dorados cerros. Suponemos que serían viviendas pero algunas están excavadas a una altura considerable sin explicarnos cómo podrían llegar hasta allí.

Y Regresamos a la playa de Quitapellejos (37.2332; -1.79474) en Palomares, que se extiende hasta las playas de Vera donde la vista se pierde. Y aquí, aparcados en primera línea a unos 50 metros de la playa y con un pequeño bosquecillo de eucaliptus y pinos detrás nos reunimos casi un centenar de autocaravanas. A derecha e izquierda de la carretera de entrada a esta playa hay grupos y nosotros optamos por la izquierda.

Estamos frente al mar, pero ahora a la altura de la arena. El sol brilla intensamente y el mar nos devuelve ampliado este brillo a veces cegador. Los vecinos toman el sol. Es un día espléndido.

Comemos y descansamos para después salir a dar un paseo a lo largo de la playa hasta  llegar a las playas de Vera, pero un viento algo fresco nos acompaña durante todo nuestro camino resultando a veces desagradable. Vamos dejando bonitas casas y urbanizaciones que dan a esta gran playa. Sus construcciones son armoniosas y deseo que  se quede en esto.

De regreso nos damos una ducha y hago una llamada para confirmar la visita de mañana a la necrópolis de Villaricos. Encontré la información causalmente  y parece un sitio peculiar y de interés. Hace 10 días que la solicité y la persona responsable me dijo que en invierno las visitas las realizan los sábados únicamente si reúnen un grupo suficiente. (https://www.cuevasdelalmanzora.es/Servicios/cmsdipro/index.nsf/informacion.xsp?p=CuevasdeAlmanzora-Turismo&documentId=B95C79AA1ACEF174C12581B1002FD7A0Turismo&documentId=B95C79AA1ACEF174C12581B1002FD7A0). La entrada es gratuita. Me confirma la visita y nos cita 10 minutos antes de las 11 en el torreón de la oficina de turismo de Villaricos que vimos ayer cerca de donde aparcamos la autocaravana esta mañana para pasear.

La noche transcurre sin mayores problemas en tranquilidad absoluta. A las 9 llega el pan y como suelo hacer, pregunto al panadero que me confirma que aquí hay casi más gente reunida que en el pueblo. Me dice que de vez en cuando la policía se acerca a echar a todas las autocaravanas y multando con 40 euros. A mi pregunta responde que les dicen que se vayan al camping.

Y al oir esto inmediatamente lo relaciono con la llamada que hice ayer al camping de Villaricos preguntando por el precio por cambiar aguas. Respondieron que únicamente dan ese servicio a sus clientes. Buena manera de recaudar y aprovechar sus recursos y de adaptarse a las innovaciones y necesidades de nuestro sector. Seguro que son los que luego presionan a las autoridades para que hagan estos “barridos” y limpien las playas de autocaravanas cuando ni siquiera son capaces de aprovechar unos 3 o 4 euros que podrían obtener por un cambio de aguas. Más de lo mismo, cortedad de miras, mentes estrechas, negación de la evolución falta de adaptación a nuevos tiempos….

Siempre lo digo y lo diré hasta cansarme: 100 autocaravanas a 3 euros por aparcar y pasar 1 noche son 300 euros al día, multiplicado por 30 días son 9000 euros al mes para el municipio. Pongamos que la media es inferior, incluso por la mitad (4.500 euros) ya merece la pena destinar a una persona –que puede o no ir a comisión- que diariamente controle esto. Son ingresos y puestos de trabajo. Además, veo pasar a alguien tirando de lo que parece un depósito de agua. Posiblemente las duchas no están cerradas y de allí obtienen el agua. No quiero pensar donde pueden deshacerse de las aguas grises o negras aunque el sitio está muy limpio. Vamos a pensar bien.

Después de mi enojo, partimos hacia Vera, a buscar un área para el cambio de aguas y la encontramos a unos 10 kilómetros de donde estamos, en la misma carretera. Se trata de una área de reciente apertura (tan solo 15 días atrás) “Carpem Diem” (37.239462,-1.864395). 2,50 euros por el cambio. 9 por la pernocta con el cambio de aguas incluido, carril bici hasta la playa, comercios cercanos y entre ellos el Mercadona. Sitio estupendo, amplio, hecho con mucha cabeza y cariño. Nos atiende el hijo del dueño quien nos dice que su padre sueña con ser propietario de una autocaravana y que se ha dejado asesorar por gente para hacer el área. Y desde luego ha captado la idea perfectamente. Dice que tienen previsto poner aseos, duchas y lavadoras.  Aunque está algo apartado de la playa, cumple perfectamente con lo que los extranjeros buscan en nuestro país: tranquilidad, limpieza, amplitud, comercios, sol, mucho sol y amabilidad. Hemos estado en áreas peores en Portugal y alejadas del mar, más caras y llenas hasta la bandera de “barbaros del norte” tomando el sol y girando  con él como los girasoles.

Le felicitamos, nos entrega además unas naranjas y limones de su tierra y le deseamos lo mejor.

A las 10,45 estamos aparcados donde nos citaron ayer. Puntualmente nos reunimos un grupo de 14 personas. Si apenas hay publicidad en la red quiere decir que funciona el boca a boca y que por tanto el sitio tiene su interés. Parece a simple vista que hemos acertado. https://www.cuevasdelalmanzora.es/Servicios/cmsdipro/index.nsf/informacion.xsp?p=CuevasdeAlmanzora-Turismo&documentId=B95C79AA1ACEF174C12581B1002FD7A0. Tambien en la página de la Junta: https://www.juntadeandalucia.es/cultura/agendaandaluciatucultura/evento/enclave-arqueologico-de-villaricos-cuevas-de-almanzora.  Hay que reservarlo llamando al teléfono 619234475.

Una vez reunidos todos a la hora acordada caminamos por la calle “necrópolis”, una urbanización de chalecitos blancos al parecer de una inmobiliaria inglesa, hasta las puertas de entrada.

Allí nos detenemos frente a Laura, nuestra guía, que además es arqueóloga, quien nos hace una breve introducción muy interesante. Es una persona muy didáctica y cercana por lo que consigue  sin grandes problemas captar nuestra atención. Y una y otra vez dice que tenemos que echarle imaginación, que no esperemos encontrar gran cosa.

Y entramos en lo que es la necrópolis de la antigua Baria, una ciudad originariamente fenicia y posteriormente romana, fundada por los fenicios en el siglo VII a.C. quienes fueron atraídos por la plata de la cercana sierra y la fertilidad de las tierras regadas por el rio Almanzora, antes navegable 1 kilómetro y a lo que se añadía el valor de la industria pesquera que originaría una floreciente industria de salazones que junto con el "garum", el “kétchup romano”,  salían desde las factorías de Baelo Claudia  en Cádiz (  http://angeles-cadiz.blogspot.com/    y otras colonias fenicias, incluida Baria hacia el Mediterráneo.

Laura nos cuenta que en la parte alta de la ciudad de Baria se localizó un templo dedicado a la diosa Astarté y la ciudad además tenía un santuario a las afueras. Ya en siglo III se involucra en la 2ª guerra Púnica, aliándose con Cartago  y en el año 209 es sometida por Publio Cornelio Escipión (El africano) después de que éste conquistara Cartago Nova (Cartagena). Después es declarada una ciudad romana expandiéndose y proliferando la industria de salazones localizada en 1ª línea de playa, donde a parte de las piletas, almacenes y aljibes, aparecen también casas, tiendas y termas.

La mayoría de las estructuras fenicias y romanas están bajo el casco de Villaricos, en zona protegida, excavadas y vueltas a sepultar para su conservación y en zonas pendientes de estudio y excavación.

También nos cuenta que cuando aún íbamos con la boina y la mula, una gran empresa inglesa compró muchos terrenos en Villaricos, aunque no fueran urbanizables. Era cuestión de esperar. Cuando se recalificaron y se convirtieron en urbanizables,  comenzaron la construcción  sobre parte de esta necrópolis que tiene cerca de 2000 tumbas de varias tipologías (fosas, urnas de incineración e hipogeos o tumbas conjuntas de familias ricas). Anecdóticamente nos relata como a un inglés se le hundió la bañera y cuando llamó a un fontanero, encontraron debajo los restos de una persona desconociendo el tiempo que llevaba ahí, por lo que el susto fue monumental.

Actualmente parece existir un litigio entre la Junta de Andalucía y  promotores inmobiliarios que quieren construir sobre estos restos arqueológicos.

Después de esta breve introducción comenzamos a ascender por una loma llena de arbustos y pizarras para asomarnos a lo que me pareció una espectacular vista: los accesos a cinco hipogeos, actualmente visitables, de los 50 que al parecer había, se alineaban frente a nosotros. Ella sigue insistiendo que no es una gran cosa y que algunos visitantes les han preguntado el motivo por el que no limpian de maleza del lugar.

Personalmente me gusta así, tal cual. Ya he afirmado más de una vez que no me gustan los museos (hago un inciso para decir que casi todo lo encontrado en esta necrópolis está en el arqueológico de Madrid y en Almería). No deseo visitar un jardín de césped, con rosales, árboles y florecillas, urnas y lucecitas. Disfruto de un escenario natural, un sitio de trabajo.

Ahora después de disfrutar de lo que para mí es una hermosa visión, descendemos con cuidado  para acceder al primer hipogeo. Nunca hemos estado en uno y estamos fascinados. Se trata de un corredor  que finaliza en su acceso  al interior con forma y tamaño de una puerta, con una gran losa a un lado que supuestamente la cerraría dando paso a una sala cuadrada  de unos 10 metros cuadrados excavada en la pizarra. Escuchamos todos atentamente a Laura en sus explicaciones y salimos para acceder al segundo hipogeo.

Aquí nos pide que lo hagamos de cuatro en cuatro.  Deposita en el suelo de la sala el código QR que llevaba bajo el brazo  y  dirige su teléfono móvil a él. Y….la magia aparece,  ya que según lo mueve la realidad virtual nos muestra cómo era este lugar, con las paredes enlucidas y pintadas, el suelo con cerámicas  y diferente ajuares, joyas, ánforas, cuencos con frutos secos, huevos de avestruz al parecer procedentes del norte de Africa decorados y o cortados o perforados…Me parece fascinante. ¡si hubiéramos tenido estos medios cuando éramos adolescentes….o niños! ¡anda que no hemos llegado lejos con tan poco!
Muchos miembros del grupo son profesores y señalan que utilizan estos medios en sus aulas con niños de 6 años.

Después de esto también en grupos de cuatro vamos ascendiendo a media ladera, frente a los hipogeos y nos muestra una gran piedra caliza que no procede de allí ya que el terreno es pizarroso y de cuarzo y nos señala el ángulo perfecto de 90 grados formado en el suelo en pizarra. Así nos dice que ni la losa, ni ese ángulo es propio del terreno ni natural, por que suponen que allí habrá una tumba.

La verdad es que es todo un lujo tener una guía tan formada, tan didáctica y tan entusiasmada con su trabajo como Laura y que nos trasmite su ilusión y sus conocimientos, que son muchos, con tanta facilidad. Todos dejamos el lugar encantados. Y desde estas líneas se lo recomiendo a todos. Y aunque sea repetitiva, vuelvo a decir lo mismo: no valoramos lo que tenemos y tampoco lo cuidamos. Es cierto que tenemos tanto patrimonio por descubrir, estudiar y conservar que económicamente es difícil de abarcar, pero tampoco contribuimos si hacemos las visitas gratuitas.  Creo que se debería de cobrar una pequeña cantidad aunque sea simbólica que debería revertir en la propia excavación. Los que estemos interesados y lo apreciemos, la abonaremos. Pero esto es solo una humilde opinión.

Regresamos a la autocaravana para poner rumbo a Garrucha, pero, no encontramos ningún sitio agradable en primera línea  de playa para comer, así que volvimos a Villaricos y casi lo encontramos lleno. Solo disponemos de un espacio. Nuestros planes ahora pasan por partir hacia la Fortuna, a los baños, una vez más. Así nos relajamos en sus aguas y repartimos en regreso en dos tramos haciéndolo más liviano.

Pero, se me va la cabeza. Hice mis cuentas y obtuve que teníamos que partir a las 14,30 para llegar allí sobre las 16,30, pero después de comer pronto me pongo a hablar con los vecinos británicos que inmediatamente me aclaran que son escoceses, en concreto de Sterling y que están encantados con el sol. Luego con una pareja española y salimos a pasear cuando Angel me dice que son las 15,15 y que debíamos de haber partido ya.

Casi unas dos horas después llegamos al camping Las Fuentes en la fortuna donde durante hora y media tomamos un relajante baño, comprobando como  lo habían ampliado, duplicando su capacidad, aunque la gran piscina que replicaba la ya existente era, según Angel, de agua fría.
De noche ya, dejamos el SPA para acercarnos al aparcamiento donde ya hemos pernoctado otras veces y que es uno de los lugares mejores que conocemos.

Al día siguiente, con un tiempo ventoso, partiríamos de regreso y casi cuatro horas y media después estábamos en casa. Mientras que Angel conducía pensé que poco tiempo me quedaba ya para no tener que regresar porque al día siguiente tenía que trabajar. Posiblemente un año más y luego ya, si aplazaba la visita a la primavera, ya sería dueña de mi tiempo al completo.

Mª Angeles del Valle Blázquez
Boadilla del Monte, Febrero 2019

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