EL REGRESO A LO SOÑADO.(Murcia. Estrecho de Agualeja, Percheles, Area Tortuga Mora, Salto del Usero) (2021)

 Area de autocaravanas de tortuga mora, en Calabardina, Murcia.

De nuevo. Regresé. Lo prometí cuando en diciembre de 2019 vinimos aquí estrenando nuestra autocaravana, pero la promesa era para febrero del 2020, cuando me jubilara y una vez más la pandemia trastocó mis planes. Pero no importa, estoy de nuevo aquí con el sonido del mar protagonizando este paisaje tranquilo y armonioso con el azul del mar al fondo y las olas batiendo suavemente sobre la playa.

Cabo Cope se dibuja al fondo. Poco ha cambiado este delicioso lugar regentado por Domingo. La familiaridad y la tranquilidad siguen protagonizando este escondido rincón en Calabardina, en Aguilas. El área está mejorada, más cuidada, con pequeños toques personales. A Domingo no le preocupa el espacio, no es de los que quiere meter cinco apretujados si cree que cuatro van a estar mejor, más bien lo contrario. De cinco, hace cuatro para que estén más cómodos. Es un lugar sencillo y encantador y nos sentimos incluso mejor acogidos que la primera vez. Me ha guardado dos parcelas cerca del mar, como le pedí, para que eligiera una. Cuando le dije que echaba de menos el mar, la playa y que quería que mi vista se perdiera en el azul inmenso del Mediterráneo me dijo que me “iba a hartar” a lo que le respondí que eso era difícil que ocurriera, al menos hasta ahora. Así que nos hemos reencontrado, nos hemos contado brevemente alguna historia y celebrado la vida y mi reciente jubilación aunque hay unas cervezas enfriándose con unos buenos trozos de jamón abulense para celebrarla.

Pero antes de llegar aquí hemos iniciado nuestro escapada en Aliste, Murcia, en el estrecho de la Agualeja o Arboreja porque tiene varios nombres, y vuelvo al día de partida.

Partimos el miércoles con una tranquilidad que no me creía. Hasta ahora había ido a trabajar el mismo día de la salida para ganar tiempo. Así que tocaba después recoger rápidamente para salir con tiempo suficiente para llegar a nuestro destino. Más o menos con hora. Hoy no. Teníamos todo el día hasta el anochecer para hacer los más de 400 kilómetros que nos separaban del santuario de Santa Eulalia, en Aliste, (37.799999, -1.55833) en cuyo aparcamiento había localizado a través de park4night un lugar aparentemente tranquilo.

Y allí llegamos sobre las 19,30 después de haber conducido  los últimos kilómetros ascendiendo suavemente por un bonito paisaje serrano entre pinos. Llegamos a un amplio aparcamiento arbolado con la sorprendente compañía de una autocaravana francesa. Y allí esperamos la noche que cayó suavemente.

A la mañana siguiente pusimos rumbo al cercano Estrecho de Agualeja que encontramos sin dificultad. Aparcamos antes de llegar al área recreativa ya que una señal prohibía la circulación a vehículos de más de 3,5 toneladas y aunque nosotros no llegamos a ese peso, al asomarnos vimos un corto pero pronunciado descenso y  un puente de madera que teníamos que atravesar y la distancia no merecía la pena.

Así que dejamos la autocaravana antes y descendimos por esta carretera, traspasamos el puente que estaban pintando de brea y atravesamos el área recreativa hasta un mirador. 

Hay una senda bien señalizada y protegida que nos desciende hasta el fondo de esta garganta. Y nos introducimos en ella.

Este estrecho es uno de los espacios naturales más bonitos y desconocidos de Murcia que hemos decidido conocer tras leer muchos comentarios.

El lugar…es espectacular. Es un estrecho cañón flanqueado por enormes paredes de piedra  casi verticales que rondan los 10 metros de altura y donde en algunos lugares se pueden tocar las paredes con ambas manos  ya que su anchura ronda el metro y medio y donde los rayos solares apenas llegan al fondo, generando  así una atmósfera de humedad ideal para el crecimiento de musgos y plantas de sombría.


Caminamos internándonos por esta estrecha garganta disfrutando en silencio y soledad de este peculiar lugar y cuando elevo mis ojos recorriendo estas paredes la vista es sobrecogedora, e incluso, inquietante.

Pero en breve nos encontramos con pequeñas pozas de agua que hay que salvar entre rocas muy erosionadas y por tanto, muy resbaladizas, así que muy inseguros, decidimos darnos la vuelta, por lo que no pudimos terminar esta ruta circular. Continuamos un poco fuera ya de esta garganta un poco más allá de lo que parece un acueducto que guía el agua de un lado al otro del estrecho barranco, pero no nos queríamos resignar a no poder recorrer esta garganta al completo.

Así que nos dirigimos al punto de salida para hacerla en el otro sentido. Regresamos sobre nuestros pasos, atravesamos el área, el puente y seguimos la senda. Pero…la entrada era difícil y más aún la salida teniendo que salvar un considerable desnivel y con más de lo mismo, rocas muy desgastadas y resbaladizas donde es difícil el agarre de las botas, así que nos resignamos a no poder concluir el círculo de esta ruta y decidimos poner rumbo hacia Percheles.

Y llegamos a este hermoso lugar a media mañana. Conocimos este apartado rincón hace muchos años cuando descubrimos Cañada de Gallego en el que durante el invierno se establecían casi un centenar de autocaravanas.  Por aquí paramos un par de veces, siempre que veníamos a Murcia. Los amaneceres de diciembre eran toda una delicia porque además, los podíamos disfrutar desde dentro. El sol de diciembre ascendía desde el mar frente al parabrisas de nuestra autocaravana. Una delicia y todo un lujo. Pero hace unos años decidieron bloquear la entrada con piedras y prohibieron el estacionamiento,


La playa de Percheles la conocimos en alguno de estos momentos. Se accedía por una pista ancha donde súbitamente aparecía un  amplio y plano aparcamiento y al final una deliciosa cala con palmeras en medio de la más absoluta y deliciosa nada. Pero no estaba permitida la pernocta así que con mucha envidia la abandonamos. Ahora han creado un área de autocaravanas así que sorprendida agradablemente nos dirigimos a ella.

Y estaba todo más o menos como años atrás. Habían colocado una cabina para cobrar: 2 euros coches y 5 autocaravanas. Podemos ponernos donde queramos y elegimos como el resto de los que allí estaban, situarnos lo más cerca posible de la playa por lo que nos instalamos paralelos a los postes que separaban el aparcamiento del comienzo de la zona de playa, a unos 50 metros de esta con espacio para poder sacar el toldo la mesa y las sillas. Exceptuando una autocaravana, todas eran extranjeras.

Pero una vez instalados decidimos coger las sillas y acercarnos a la playa en donde bajo un suave sol que nos señalaría, disfrutamos de este delicioso lugar que para mi es una de las playas más bonitas que conozco. Es una bahía pequeña, de arena fina y con palmeras.  Aunque había gente bañándose, no nos sentimos nada seducidos por la idea.

Y después comimos, descansamos y a última hora de la tarde decidimos dar un breve paseo hasta la calita cercana para estirar las piernas.

Noche tranquila, mañana espléndida. Después de desayunar nos fuimos a dar un paseo esta vez en dirección norte, hacia Cañada de gallego bordeando la costa. 

Allí descubrimos alguna caravana y camper perdidas y cerca de Percheles  y casi llegamos a donde años atrás habíamos pernoctado hasta que lo prohibieron. Nos dimos la vuelta y ya de regreso buscamos el camino que cuando estuvimos aquí la primera vez, descubrimos que ascendía hasta la colina donde había una humilde y sencilla vivienda con una impresionante vista que dominaba varios kilómetros de costa y el mar. Entonces estaba habitada por un señor que nos comentó que en verano hacía paellas y la gente subía a tomarlas. Pero…el camino estaba desaparecido así que dedujimos que posiblemente la casa estuviera deshabitada y no tenía sentido subir.

Así que decidimos irnos a la playa pero sin poder montar la sombrilla porque nos dejamos el palo en casa, buscamos cobijo bajo la sombra de una de las palmeras  y allí estuvimos leyendo o “gancheteando” hasta que sobre las 12 decidimos poner rumbo a Calabardina.

Recogimos, llenamos el tanque de agua (1,5 minutos 0,50 euros) y descargamos grises. De camino paramos en la panadería de Cañada de Gallego y nos surtimos de pan y ya por la autovía rumbo directo al área Tortuga Mora de Calabardina que regenta Domingo y que ya forma parte de “nuestro paisaje autocaravanero”.

 Este lugar nos acogió  en diciembre de 2019 cuando estrenamos nuestra autocaravana y nos resultó delicioso y acogedor. Pero en realidad lo conocimos pocos años atrás cuando las autoridades la mantenían cerrada al haber sido declarado parque natural donde se encontraba ubicada hasta saber qué hacer con ella. Es un lugar pequeño y familiar a unos dos kilómetros de Calabardina y en medio del parque natural de Cabo Cope y Calnegre por lo que la tranquilidad esta asegurada. Además tiene acceso directo a la playa que si bien la que está justo en el área no es muy buen mezclándose roca plana y arena, unos metros a la derecha es de arena fina, aunque pequeña. Pero desde aquí en dirección norte  toda la costa está salpicada de pequeñas playitas encantadores unidas por buenos caminos. Solo hay que tener ganas de caminar un poco.

Y es aquí donde seguimos y desde donde continuo el relato. Y es que como aquel diciembre de 2019, ahora también estamos en medio de una DANA, y desde esta mañana llueve, ahora casi incesantemente, así que aunque íbamos a partir hoy, hemos decidido quedarnos. No vamos a estar mejor que cobijados aquí. Casi estoy pensando que cuando quieran que llueva en Murcia solo tienen que invitarme a venir….y seguro que por escasas que sean las lluvias,  las traigo. El tiempo, gris plomizo, con truenos, nos ha dejado salir a estirar las patitas una media hora aunque hemos regresado ya lloviendo y medio mojados.

Ayer, con un sol espléndido, caminamos rumbo norte de calita en calita, disfrutando de la soledad de este lugar, rincón de playas de los pocos que quedan en España donde no hay “ladrillos”. Aunque al ser sábado había coches que llegaban a través de la pista a estas solitarias calas para pasar el día.

Estuvimos caminando como una hora hasta llegar a la playa del Saladar y allí no pudimos resistir la tentación que sus  aguas cristalinas en un playa desierta ejercieron sobre nosotros y aunque no teníamos bañador, retrocedimos 30 años atrás en nuestras vidas y buscando el extremo de esta playa donde había un murete arenoso que nos podía proteger de miradas indiscretas, nos desnudamos y sorprendentemente encontramos el agua muy agradable de temperatura. Y nos dimos un delicioso baño del que disfruté como una jovenzuela. Lo único, que la entrada era de piedras grandes lo que molestaba a los pies y…un agujero en la pared de arenisca de la playa donde coloqué mis gafas de sol….se las tragó. Menos mal que no eran caras y no me disgusté mucho.

Regresamos ya con calor llevando en las bolsas de Tula la sal que habíamos recogido en charcos en las rocas.  Cerca de las 13,30 disfrutamos de un breve descanso, comimos y sesteamos. Por la tarde no hicimos ya nada mas de particular, exceptuando que me acerqué a la entrada donde sabía que siempre estaba Domingo vigilante a pedirle dinamita para volar el quiosco ya que a partir de las 4 de tarde alguien había decidido que todos disfrutáramos de su música y si bien hasta las 6 el volúmen era discreto a partir de esa hora la música fue para toda el área. Domingo me confesó que efectivamente era poco soportable, que ya les había dicho que no se atraía clientela así, que normalmente la ponían los domingos cuando la gente del área partía a sus casas para molestar menos pero que dadas las previsiones meteorológicas de hoy, lo habían trasladado al sábado, pero que cesaría a las 8, como así fue. Igualmente me confesó que tiene claro que su prioridad es el área y que cuando se acabe el contrato con los actuales explotadores, no va a permitir la música alta en los siguientes que lo tomen, incluso se plantea la posibilidad de incorporarlo al área, para uso de los que estén aquí y aumentando las plazas con las del aparcamiento del chiringuito. De cualquier forma, parece que Domingo tiene claras sus preferencias y las de su clientela y siempre está mejorando y evolucionando.

Y el domingo comenzó lloviendo suavemente y de forma intermitente. Aprovechamos una parada para hacer nuestro paseo pero a los quince minutos comenzó una lluvia que nos obligó a regresar. Y ya, desde las 11 no cesó en todo el día por lo que estuvimos enclaustrados hasta las 11 de la noche en que dejó de llover y salimos con Tula a que hiciera su pis, antes de que reventara. Las horas se sucedieron casi con la misma suavidad con que la lluvia caia, contemplando desde la autocaravana el mar revuelto bajo la insistente lluvia y la noche llegó casi sin darnos cuenta.

La mañana del lunes amaneció luminosa y brillante. Limpia y clara, lavada por la lluvia del día anterior. Y salimos aprovechando esta intensa luz a dar nuestro paseo. La arena de las pequeñas playas se había endurecido con el agua caída por lo que pasear por ellas era más fácil. Pero hoy no llegamos tan lejos y un poco después de la playa del Charco, regresamos para dejar el área poniendo rumbo al Sur, hacia Mojacar.

Atrás dejamos paisajes ya conocidos, como Calareona o Cocederos donde ahora la prohibición era para vehículos de más de 5,2 metros. Creemos que una camper podría entrar, pero nosotros, no. Curioso. La última vez que estuvimos aquí nos dijo un lugareño que en la playa había habido unos holandeses en una furgoneta – y por tanto menos de 5,2m- que incluso sacaba las gallinas a la playa. Pues parece que el paso les está permitido, a nosotros, que no ensuciamos nada, que vamos algo mejor preparados, no.

Resignados pero enojados porque esto parece ya más un acoso a las autocaravanas, seguimos hasta Mojacar a la que encontramos encaramada en la colina de una montaña pintándola de cuadraditos blancos. Aparcamos  y ascendimos unos metros para introducirnos por sus encaladas y estrechas callejuelas. Aquí estuvimos hace muchos años, con nuestro Renault-11, pero, sinceramente, yo no me acuerdo de nada. Angel decía que parecía todo igual.

Caminamos por sus calles circunvalando esta parte más alta de la ciudad para descender de nuevo retomando nuestro camino hacia el Sur buscando ahora un sitio bueno para comer y a ser posible para pasar la noche.

Atravesamos Mojacar playa y …nos quedamos espantados de lo que vemos: cemento y más cemento. Eso sí, no son grandes edificaciones, son casas de poca altura, pero el sentimiento de rechazo que me genera es el mismo. Y ver luego bar tras bar, restaurantes, terrazas, comercios, coches, …me agobia muchísimo, sobre todo viniendo de dónde venimos, pero, hay gustos para todos.

La carretera discurre paralela a  la costa. A nuestra izquierda el azul del Mediterráneo no deja de protagonizar un paisaje que parece sacado de un cuadro. Ascendemos y descendemos una carretera y vemos muchas señales de prohibición para autocaravanas, así que ya resignados decidimos continuar. Llegamos a Carboneras y de nuevo se repite el paisaje de Mojacar pero aquí empeora con una cementera, fea  como ella sola que podría ser el   escenario de una película de terror, pero tras pasar Carboneras vemos la desviación que nos dirige a la Mesa de Roldan, donde tenemos pensado pasar la noche, si es que nos dejan.

Antes de ascender vemos que hay aparcamiento a ambos lados, junto a la playa de los muertos, pero nosotros tomamos la carreterita que asciende hasta el faro. En nuestro camino vemos cabras montesas. Esto parece prometer. Cuando llegamos arriba encontramos una pequeña zona cerca del faro aunque arriesgándose un poco se pueden encontrar más sitios.

Desde donde decidimos colocarnos vemos gran parte de la costa frente a nosotros y la torre medieval solitaria en lo alto (36.942385; -1.907435).

Al poco llega una autocaravana que se pone paralela a nosotros y curiosamente en ese momento dejamos de ver las cadenas de TV que veíamos. Angel bromeando dice que nos  ha robado la señal pero pensamos también que no tiene sentido.

Salimos a dar un breve paseo que nos asciende hasta la torre. Desde allí las vistas son espectaculares, inmensas, pero el sitio para aparcar no es plano exceptuando la cuneta lo que elimina el atractivo que podría tener. Estamos ya en pleno parque natural de Cabo de Gata-Nijar y ante nuestros ojos se abre una costa escarpada y  a nuestros pies,  la inmensidad del mar. Una furgoneta decide pernoctar en el arcén al lado de la torre y allí entablamos una animada conversación con una pareja que resultó ser la de la autocaravana vecina. Andaluces de Jaen, han adquirido su vehículo de segunda mano hace un par de años. Aun no han abandonado nuestro país, no los vemos muy seguros, así que los animamos a ello.

Bajamos los cuatro juntos y nos acercamos a ver los acantilados del faro. Ahora tenemos toda la costa norte a nuestros pies. Como todas las vistas desde los faros, son espléndidas. Nos confiesan también su temor a que vengan a multarnos por pernoctar. Yo en lo que he leído en park4night, nadie menciona esta posibilidad, es más, comentan que viene la guardia civil (contrabando de drogas, inmigración…) y se va sin decir nada. Lo que pudimos comprobar la mañana del día siguiente. Pero es verdad que el temor existe y cada vez nos acompaña más. 

Casi a la caída del sol pudimos disfrutar también del espectáculo de un rebaño de cabras montesas pastando tranquilamente frente a nosotros.

Y a la puesta del sol, nos metemos en nuestras casitas y nos disponemos a dormir.

La mañana surge preciosa y nuestros vecinos son madrugadores y a las 8 ya abandonan el lugar. Nosotros un poco después y bajamos hacia la playa de los muertos y de nuevo, en nuestro descenso un pequeño grupo de unas cuatro cabras camina por la ladera junto a nosotros.

Y dejamos la autocaravana en el aparcamiento de la playa de los muertos donde encontramos dos camper y dos autocaravanss mas, una de ellas, la de nuestro vecino de esta pasada noche.

Tomamos una senda que nos dirige al mirador. Desde arriba contemplamos la playa que es espectacularmente hermosa. Leo que es una de las preferidas de los almerienses, y no es para menos pese que hacia su   lado Norte las vistas son  las de un puerto, pero hacia el Sur   es deliciosa.

Y desde el mirador vemos una senda que desciende hasta la playa y la tomamos. Corta pero intensa, nos deposita  en una gran playa de arena gorda y piedras pequeñas, de aguas azuladas y tranquilas rematada por un hermoso acantilado y una gran mole en medio del agua.

Recorremos toda la playa hasta el final y llegamos a una pequeña calita de aguas turquesas transparentes. La temperatura no invita a un baño, pero el lugar es realmente hermoso.

Iniciamos el regreso y…el ascenso. Corto pero duro. Leo que su nombre se debe a que ahí se depositaban los muertos de los naufragios, aunque un andaluz nos dijo meses después que cuando subes de la playa “llegas muerto”.

Una vez arriba ponemos rumbo a Calabardina, al área de tortuga Mora. Ya había enviado un whatsapp a Domingo diciendo que nos guardara el sitio que regresábamos y es que allí nos encontramos realmente cómodos, así que sobre las 12 de la mañana llegamos pero…nuestro sitio estaba ya ocupado así que nos tuvimos que conformar con otro.

El área es pequeña y prácticamente desde todos los sitios se disfruta de la vista del mar, aunque ahora estábamos unos metros más alejados de él. Pero apareció un  inconveniente adicional que fue le viento de levante que nos obligó a recoger el toldo que habíamos desplegado y a refugiarme detrás de la autocaravana para protegerme de él. El sitio donde habíamos estado las noches anteriores estaba  más resguardado por  la pequeña tapia de la finca anexa y un talud que nos hubiera protegido un poco más. Donde estábamos era quizás la parte más alta, pero bueno, como bien dijo Domingo, “el que se fue a Sevilla, perdió su silla”.

Nos tomamos una cerveza con nuestro jamón abulense con Domingo para celebrar mi reciente jubilación aunque el hombre estaba algo incómodo. Él estaba trabajando y eso lo comprendemos perfectamente, pero es que además, cada vez que pasaba por delante de alguien le invitaba también a una cerveza y nos confiesa que no puede más. De hecho ese mismo día acudió a la hora de comer a la celebración del cumpleaños de su mujer y por la noche le reclamaron para que se tomara un trozo de tarta en otra parcela por otro cumpleaños, y es que Domingo, tranquilo, afable, amable, sociable y de fácil conversación, trata a sus clientes como si fueran amigos, lo que es un encanto añadido al lugar.

Y por la tarde ya nada que destacar, leer un poco, ganchetear y salir a pasear a última hora pero solo a la cercana playa del Charco.


Ya por la noche me atrajo hasta la playa una impresionante luna llena que se reflejaba en el mar. ¡Qué belleza!. Si los amaneceres y puestas de sol sobre el mar son hermosas, las lunas llenas sobre el mar lo son igualmente, con otro tipo de belleza más exótica si cabe al no ser un espectáculo habitual.

La mañana siguiente amaneció igual de ventosa que el día anterior y las aguas del mar muy revueltas. 

Sobre las 9,30 nos fuimos a dar un paseo hasta la playa del Salazar donde nos sentamos a descansar. Pero esta vez, la playa estaba casi desconocida y si el sábado sus tranquilas y transparentes aguas invitaban a un baño, esta vez la virulencia del agua no solo disuadía, sino que sobrecogía.

Nos asomamos a la siguiente playita y desde allí vemos una pequeña plataforma que se introduce en el mar y que al parecer fue usada por los romanos como puerto para embarcar la plata y el plomo que extraían de las minas.

Regresamos, recogiendo nuestros “tesoritos” particulares, como trozos de azulejos o maderas que usaríamos para pequeñas pinturas que sirvieran como imanes o las maderas como lienzos y Angel otros distintos también para sus “inventos”.

En nuestro camino nos cruzamos con tres o cuatro ciclistas desperdigados. Si se disfruta de este entorno paseando, hacerlo en  bicicleta y perderse por estas pistas entre el mar y casi el desierto, con una vegetación tan singular debe ser también una delicia.

De regreso apenas nos dio tiempo a nada. Yo mantuve una breve conversación con Domingo mientras que le pagaba y la hora del almuerzo nos llegó enseguida. Como queríamos partir, comimos pronto y alrededor de las 17 horas pusimos rumbo a donde estamos ahora, a Bullas para mañana visitar el paraje del Salto del Usero y luego poner rumbo a casa. Por delante tendríamos 400 km, posiblemente entre cinco  o seis horas.

Y aparcamos en Bullas en un descampado pequeño a las afueras de la localidad  que sirve de aparcamiento (38.038615; -1.672509), para mañana recorrer andando la corta distancia que nos separa de este Salto. Como no es temporada alta, no está limitado el aforo, pero en verano si lo está por lo que es conveniente solicitar permiso en su ayuntamiento.

A la mañana siguiente, espléndida también y con una temperatura envidiable, recorrimos por una carretera la distancia que nos llevó a este bello lugar.

Aquí nos ha atraído el ser considerado como uno de los espacios naturales de mayor belleza de la Región de Murcia. 

Las azules aguas del río Usero discurren encajadas entre paredes de rocas con travertino y en un punto determinado de descuelga una pequeña cascada que alberga dentro de una cúpula una impresionante  poza de agua de un color azulado que en verano invita a darse un baño.

Nosotros recorrimos por una senda unos metros de este río entre una exuberante vegetación que añade verdor y belleza a este lugar, deshaciendo el camino que habíamos hecho. Otro hermoso rincón murciano digno de ser visitado evitando, claro está, los fines de semana o el verano.

Y ya solo nos quedó conducir hasta casa, a donde llegamos a la hora de comer.


Mª Angeles del Valle Blázquez

Santa Maria del Arroyo (Avila) Agosto 2021 


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