Area de autocaravanas de tortuga mora, en Calabardina, Murcia.
Pero antes de llegar aquí hemos iniciado nuestro escapada en Aliste, Murcia, en el estrecho de la Agualeja o Arboreja porque tiene varios nombres, y vuelvo al día de partida.
Partimos el miércoles con una tranquilidad que no me creía. Hasta ahora había ido a trabajar el mismo día de la salida para ganar tiempo. Así que tocaba después recoger rápidamente para salir con tiempo suficiente para llegar a nuestro destino. Más o menos con hora. Hoy no. Teníamos todo el día hasta el anochecer para hacer los más de 400 kilómetros que nos separaban del santuario de Santa Eulalia, en Aliste, (37.799999, -1.55833) en cuyo aparcamiento había localizado a través de park4night un lugar aparentemente tranquilo.
Y allí llegamos sobre las 19,30 después de haber conducido los últimos kilómetros ascendiendo suavemente por un bonito paisaje serrano entre pinos. Llegamos a un amplio aparcamiento arbolado con la sorprendente compañía de una autocaravana francesa. Y allí esperamos la noche que cayó suavemente.
A la mañana siguiente pusimos rumbo al cercano Estrecho de Agualeja que encontramos sin dificultad. Aparcamos antes de llegar al área recreativa ya que una señal prohibía la circulación a vehículos de más de 3,5 toneladas y aunque nosotros no llegamos a ese peso, al asomarnos vimos un corto pero pronunciado descenso y un puente de madera que teníamos que atravesar y la distancia no merecía la pena.
Así que dejamos la autocaravana antes y descendimos por esta carretera, traspasamos el puente que estaban pintando de brea y atravesamos el área recreativa hasta un mirador.
Hay una senda bien señalizada y protegida que nos desciende hasta el fondo de esta garganta. Y nos introducimos en ella.
Este estrecho es uno de los espacios naturales más bonitos y desconocidos de Murcia que hemos decidido conocer tras leer muchos comentarios.
Caminamos internándonos por esta estrecha garganta disfrutando en silencio y soledad de este peculiar lugar y cuando elevo mis ojos recorriendo estas paredes la vista es sobrecogedora, e incluso, inquietante.
Y llegamos a este hermoso lugar a media mañana. Conocimos este apartado rincón hace muchos años cuando descubrimos Cañada de Gallego en el que durante el invierno se establecían casi un centenar de autocaravanas. Por aquí paramos un par de veces, siempre que veníamos a Murcia. Los amaneceres de diciembre eran toda una delicia porque además, los podíamos disfrutar desde dentro. El sol de diciembre ascendía desde el mar frente al parabrisas de nuestra autocaravana. Una delicia y todo un lujo. Pero hace unos años decidieron bloquear la entrada con piedras y prohibieron el estacionamiento,
Y estaba todo más o menos como años atrás. Habían colocado una cabina para cobrar: 2 euros coches y 5 autocaravanas. Podemos ponernos donde queramos y elegimos como el resto de los que allí estaban, situarnos lo más cerca posible de la playa por lo que nos instalamos paralelos a los postes que separaban el aparcamiento del comienzo de la zona de playa, a unos 50 metros de esta con espacio para poder sacar el toldo la mesa y las sillas. Exceptuando una autocaravana, todas eran extranjeras.
Noche tranquila, mañana espléndida. Después de desayunar nos fuimos a dar un paseo esta vez en dirección norte, hacia Cañada de gallego bordeando la costa.
Así que decidimos irnos a la playa pero sin poder montar la sombrilla porque nos dejamos el palo en casa, buscamos cobijo bajo la sombra de una de las palmeras y allí estuvimos leyendo o “gancheteando” hasta que sobre las 12 decidimos poner rumbo a Calabardina.
Recogimos, llenamos el tanque de agua (1,5 minutos 0,50 euros) y descargamos grises. De camino paramos en la panadería de Cañada de Gallego y nos surtimos de pan y ya por la autovía rumbo directo al área Tortuga Mora de Calabardina que regenta Domingo y que ya forma parte de “nuestro paisaje autocaravanero”.
Este lugar nos acogió en diciembre de 2019 cuando estrenamos nuestra autocaravana y nos resultó delicioso y acogedor. Pero en realidad lo conocimos pocos años atrás cuando las autoridades la mantenían cerrada al haber sido declarado parque natural donde se encontraba ubicada hasta saber qué hacer con ella. Es un lugar pequeño y familiar a unos dos kilómetros de Calabardina y en medio del parque natural de Cabo Cope y Calnegre por lo que la tranquilidad esta asegurada. Además tiene acceso directo a la playa que si bien la que está justo en el área no es muy buen mezclándose roca plana y arena, unos metros a la derecha es de arena fina, aunque pequeña. Pero desde aquí en dirección norte toda la costa está salpicada de pequeñas playitas encantadores unidas por buenos caminos. Solo hay que tener ganas de caminar un poco.
Y es aquí donde seguimos y desde donde continuo el relato. Y es que como aquel diciembre de 2019, ahora también estamos en medio de una DANA, y desde esta mañana llueve, ahora casi incesantemente, así que aunque íbamos a partir hoy, hemos decidido quedarnos. No vamos a estar mejor que cobijados aquí. Casi estoy pensando que cuando quieran que llueva en Murcia solo tienen que invitarme a venir….y seguro que por escasas que sean las lluvias, las traigo. El tiempo, gris plomizo, con truenos, nos ha dejado salir a estirar las patitas una media hora aunque hemos regresado ya lloviendo y medio mojados.
Regresamos ya con calor llevando en las bolsas de Tula la sal que habíamos recogido en charcos en las rocas. Cerca de las 13,30 disfrutamos de un breve descanso, comimos y sesteamos. Por la tarde no hicimos ya nada mas de particular, exceptuando que me acerqué a la entrada donde sabía que siempre estaba Domingo vigilante a pedirle dinamita para volar el quiosco ya que a partir de las 4 de tarde alguien había decidido que todos disfrutáramos de su música y si bien hasta las 6 el volúmen era discreto a partir de esa hora la música fue para toda el área. Domingo me confesó que efectivamente era poco soportable, que ya les había dicho que no se atraía clientela así, que normalmente la ponían los domingos cuando la gente del área partía a sus casas para molestar menos pero que dadas las previsiones meteorológicas de hoy, lo habían trasladado al sábado, pero que cesaría a las 8, como así fue. Igualmente me confesó que tiene claro que su prioridad es el área y que cuando se acabe el contrato con los actuales explotadores, no va a permitir la música alta en los siguientes que lo tomen, incluso se plantea la posibilidad de incorporarlo al área, para uso de los que estén aquí y aumentando las plazas con las del aparcamiento del chiringuito. De cualquier forma, parece que Domingo tiene claras sus preferencias y las de su clientela y siempre está mejorando y evolucionando.
Y el domingo comenzó lloviendo suavemente y de forma intermitente. Aprovechamos una parada para hacer nuestro paseo pero a los quince minutos comenzó una lluvia que nos obligó a regresar. Y ya, desde las 11 no cesó en todo el día por lo que estuvimos enclaustrados hasta las 11 de la noche en que dejó de llover y salimos con Tula a que hiciera su pis, antes de que reventara. Las horas se sucedieron casi con la misma suavidad con que la lluvia caia, contemplando desde la autocaravana el mar revuelto bajo la insistente lluvia y la noche llegó casi sin darnos cuenta.
Atrás dejamos paisajes ya conocidos, como Calareona o Cocederos donde ahora la prohibición era para vehículos de más de 5,2 metros. Creemos que una camper podría entrar, pero nosotros, no. Curioso. La última vez que estuvimos aquí nos dijo un lugareño que en la playa había habido unos holandeses en una furgoneta – y por tanto menos de 5,2m- que incluso sacaba las gallinas a la playa. Pues parece que el paso les está permitido, a nosotros, que no ensuciamos nada, que vamos algo mejor preparados, no.
Atravesamos Mojacar playa y …nos quedamos espantados de lo que vemos: cemento y más cemento. Eso sí, no son grandes edificaciones, son casas de poca altura, pero el sentimiento de rechazo que me genera es el mismo. Y ver luego bar tras bar, restaurantes, terrazas, comercios, coches, …me agobia muchísimo, sobre todo viniendo de dónde venimos, pero, hay gustos para todos.
La carretera discurre paralela a la costa. A nuestra izquierda el azul del Mediterráneo no deja de protagonizar un paisaje que parece sacado de un cuadro. Ascendemos y descendemos una carretera y vemos muchas señales de prohibición para autocaravanas, así que ya resignados decidimos continuar. Llegamos a Carboneras y de nuevo se repite el paisaje de Mojacar pero aquí empeora con una cementera, fea como ella sola que podría ser el escenario de una película de terror, pero tras pasar Carboneras vemos la desviación que nos dirige a la Mesa de Roldan, donde tenemos pensado pasar la noche, si es que nos dejan.
Antes de ascender vemos que hay aparcamiento a ambos lados, junto a la playa de los muertos, pero nosotros tomamos la carreterita que asciende hasta el faro. En nuestro camino vemos cabras montesas. Esto parece prometer. Cuando llegamos arriba encontramos una pequeña zona cerca del faro aunque arriesgándose un poco se pueden encontrar más sitios.
Desde donde decidimos colocarnos vemos gran parte de la costa frente a nosotros y la torre medieval solitaria en lo alto (36.942385; -1.907435).
Y a la puesta del sol, nos metemos en nuestras casitas y nos disponemos a dormir.
La mañana surge preciosa y nuestros vecinos son madrugadores y a las 8 ya abandonan el lugar. Nosotros un poco después y bajamos hacia la playa de los muertos y de nuevo, en nuestro descenso un pequeño grupo de unas cuatro cabras camina por la ladera junto a nosotros.
Y dejamos la autocaravana en el aparcamiento de la playa de los muertos donde encontramos dos camper y dos autocaravanss mas, una de ellas, la de nuestro vecino de esta pasada noche.
Tomamos una senda que nos dirige al mirador. Desde arriba contemplamos la playa que es espectacularmente hermosa. Leo que es una de las preferidas de los almerienses, y no es para menos pese que hacia su lado Norte las vistas son las de un puerto, pero hacia el Sur es deliciosa.
Y desde el mirador vemos una senda que desciende hasta la playa y la tomamos. Corta pero intensa, nos deposita en una gran playa de arena gorda y piedras pequeñas, de aguas azuladas y tranquilas rematada por un hermoso acantilado y una gran mole en medio del agua.
Recorremos toda la playa hasta el final y llegamos a una pequeña calita de aguas turquesas transparentes. La temperatura no invita a un baño, pero el lugar es realmente hermoso.
Iniciamos el regreso y…el ascenso. Corto pero duro. Leo que su nombre se debe a que ahí se depositaban los muertos de los naufragios, aunque un andaluz nos dijo meses después que cuando subes de la playa “llegas muerto”.
Una vez arriba ponemos rumbo a Calabardina, al área de tortuga Mora. Ya había enviado un whatsapp a Domingo diciendo que nos guardara el sitio que regresábamos y es que allí nos encontramos realmente cómodos, así que sobre las 12 de la mañana llegamos pero…nuestro sitio estaba ya ocupado así que nos tuvimos que conformar con otro.
El área es pequeña y prácticamente desde todos los sitios se disfruta de la vista del mar, aunque ahora estábamos unos metros más alejados de él. Pero apareció un inconveniente adicional que fue le viento de levante que nos obligó a recoger el toldo que habíamos desplegado y a refugiarme detrás de la autocaravana para protegerme de él. El sitio donde habíamos estado las noches anteriores estaba más resguardado por la pequeña tapia de la finca anexa y un talud que nos hubiera protegido un poco más. Donde estábamos era quizás la parte más alta, pero bueno, como bien dijo Domingo, “el que se fue a Sevilla, perdió su silla”.
Nos tomamos una cerveza con nuestro jamón abulense con Domingo para celebrar mi reciente jubilación aunque el hombre estaba algo incómodo. Él estaba trabajando y eso lo comprendemos perfectamente, pero es que además, cada vez que pasaba por delante de alguien le invitaba también a una cerveza y nos confiesa que no puede más. De hecho ese mismo día acudió a la hora de comer a la celebración del cumpleaños de su mujer y por la noche le reclamaron para que se tomara un trozo de tarta en otra parcela por otro cumpleaños, y es que Domingo, tranquilo, afable, amable, sociable y de fácil conversación, trata a sus clientes como si fueran amigos, lo que es un encanto añadido al lugar.
Y por la tarde ya nada que destacar, leer un poco, ganchetear y salir a pasear a última hora pero solo a la cercana playa del Charco.
Ya por la noche me atrajo hasta la playa una impresionante luna llena que se reflejaba en el mar. ¡Qué belleza!. Si los amaneceres y puestas de sol sobre el mar son hermosas, las lunas llenas sobre el mar lo son igualmente, con otro tipo de belleza más exótica si cabe al no ser un espectáculo habitual.
La mañana siguiente amaneció igual de ventosa que el día anterior y las aguas del mar muy revueltas.
Sobre las 9,30 nos fuimos a dar un paseo hasta la playa del Salazar donde nos sentamos a descansar. Pero esta vez, la playa estaba casi desconocida y si el sábado sus tranquilas y transparentes aguas invitaban a un baño, esta vez la virulencia del agua no solo disuadía, sino que sobrecogía.
Nos asomamos a la siguiente playita y desde allí vemos una pequeña plataforma que se introduce en el mar y que al parecer fue usada por los romanos como puerto para embarcar la plata y el plomo que extraían de las minas.
Regresamos, recogiendo nuestros “tesoritos” particulares, como trozos de azulejos o maderas que usaríamos para pequeñas pinturas que sirvieran como imanes o las maderas como lienzos y Angel otros distintos también para sus “inventos”.
En nuestro camino nos cruzamos con tres o cuatro ciclistas desperdigados. Si se disfruta de este entorno paseando, hacerlo en bicicleta y perderse por estas pistas entre el mar y casi el desierto, con una vegetación tan singular debe ser también una delicia.
De regreso apenas nos dio tiempo a nada. Yo mantuve una breve conversación con Domingo mientras que le pagaba y la hora del almuerzo nos llegó enseguida. Como queríamos partir, comimos pronto y alrededor de las 17 horas pusimos rumbo a donde estamos ahora, a Bullas para mañana visitar el paraje del Salto del Usero y luego poner rumbo a casa. Por delante tendríamos 400 km, posiblemente entre cinco o seis horas.
Y aparcamos en Bullas en un descampado pequeño a las afueras de la localidad que sirve de aparcamiento (38.038615; -1.672509), para mañana recorrer andando la corta distancia que nos separa de este Salto. Como no es temporada alta, no está limitado el aforo, pero en verano si lo está por lo que es conveniente solicitar permiso en su ayuntamiento.
A la mañana siguiente, espléndida también y con una temperatura envidiable, recorrimos por una carretera la distancia que nos llevó a este bello lugar.
Aquí nos ha atraído el ser considerado como uno de los espacios naturales de mayor belleza de la Región de Murcia.
Las azules aguas del río Usero discurren encajadas entre paredes de rocas con travertino y en un punto determinado de descuelga una pequeña cascada que alberga dentro de una cúpula una impresionante poza de agua de un color azulado que en verano invita a darse un baño.
Nosotros recorrimos por una senda unos metros de este río entre una exuberante vegetación que añade verdor y belleza a este lugar, deshaciendo el camino que habíamos hecho. Otro hermoso rincón murciano digno de ser visitado evitando, claro está, los fines de semana o el verano.
Y ya solo nos quedó conducir hasta casa, a donde llegamos a la hora de comer.
Mª Angeles del Valle Blázquez
Santa Maria del Arroyo (Avila) Agosto 2021
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